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“El gran disparate”, de Bernardo Fernández

14 octubre 2022

"El gran disparate", de Bernardo Fernández

“El gran disparate” es un libro escrito por Bernardo Fernández, editado por Corona Borealis y publicado recientemente. Os dejamos una reseña elaborada por el autor y os recomendamos su lectura.

Esta narración arranca en las semanas previas a que se hiciera pública la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes del proceso secesionista catalán por los hechos ocurridos en otoño de 2017. Aunque no pretende ser una novela histórica, si tiene un trasfondo histórico. Su eje vertebrador son los hechos acontecidos en Cataluña y, principalmente, en Barcelona a raíz de aquel fallo. A partir de esa convulsa situación sociopolítica, se encadenan unas historias que reflejan la vida cotidiana de unas familias que se convierten en actores involuntarios de la situación política.

La narración comienza en un bar de barrio, donde un grupo de amigos ha constituido un grupo, al que llaman la Peña. Ese grupo se reúne los sábados por la mañana para almorzar, hacer la quiniela y charlar, de manera distendida, de cualquier cosa pero, sobre todo, para pasarlo bien.

Los personajes de la trama representan todas las posturas existentes. Por una parte, nos muestra los personajes que están situados en los polos opuestos; radicalmente a favor de la independencia de Cataluña, unos y en contra otros sin posibilidad de diálogo. La percepción que cada cual tiene del conflicto es muy diferente, pero todos se ven inmersos en unos hechos que, en realidad, les superan. Esa situación hace que se desencadene una batalla dialéctica entre los amigos e Inicien unas discusiones que acabarán rompiendo la convivencia en la Peña.

Además, a lo largo de la narración van desfilando un buen número de personajes, unos miembros directos de la Peña, otros relacionados con el grupo, todos ellos son complementarios pero necesarios para desarrollar el relato. Unos a favor de la independencia, otros en contra, todos tienen su criterio y su punto de vista.

Un personaje importante por su función es el que intenta negociar un acuerdo para evitar que se rompa la Peña. También está el dueño del bar, Fernando, que no se quiere meter en la confrontación, pero sufre las consecuencias de la confrontación. Todos juntos representan a los ciudadanos que sufren los acontecimientos políticos aunque lo intenten evitar.

Buena parte de los personajes van apareciendo a medida que acuden al bar que es el punto de encuentro. Pertenecen a la clase media, con más o menos suerte en la vida, conviven en el mismo barrio, se conocen desde hace tiempo y se divierten como cualquier grupo de amigos. Ese grupo de amigos bien avenidos, en principio, se ve afectado en su relación por un hecho político que incide de pleno en sus ideologías, pero, sobre todo, en sus sentimientos. La trama gira alrededor del “procés”, de la postura que al respecto toma cada uno de los amigos y de cómo va repercutiendo en su relación personal.

Haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y, probablemente, contra vosotros”, dijo Antonio Machado dirigiéndose a los jóvenes, en una conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid en 1932. Algo de eso subyace en “El gran disparate” porque algún que otro miembro de la Peña pretenden desligar la política de lo que ocurre en el grupo. No obstante, la realidad acaba imponiéndose y queda claro que la política no solo es transversal sino que incide en todas las facetas de nuestra vida. Llevar los niños a un determinado colegio, pagarlos recibos del agua, del gas, de la electricidad o llenar el depósito del coche son acciones cotidianas que tienen una innegable carga política. De igual manera que los sueldos o las pensiones que cobramos tienen un trasfondo político. Y precisamente porque nuestras vidas llevan intrínsecas decisiones que tienen que ver con la política, cuando las cosas se ponen tensas las relaciones de amistad se ven afectadas.  

En ese contexto, se pone de manifiesto cómo la cohesión social se rompe (el bien más preciado que hemos tenido en Cataluña) cuando la racionalidad se ve arrastrada por los instintos. Eso en la novela se visualiza de forma palmaria en las dos familias que, con la evolución de los acontecimientos, pasan de ser amigos inseparables a adversarios irreconciliables.

De forma paralela se desarrolla la vida de una pareja de treintañeros que se ve muy alterada por la mala cabeza de él que se deja liar por una “multinacional del delito” para saldar unas deudas que tenía y acaba con muchas más deudas porque los capos de la “multinacional” lo que hacen es emponzoñar más al chaval.

Ante la situación de desespero en que se ve sumida la pareja, la chica, después de darle muchas vueltas, decide convertirse en chica de compañía de manera ocasional. Piensa que de esa forma ganará un dinero con el que podrán hacer frente a las deudas de su compañero y, a la vez, salvar la pareja, porque él, a pesar de todo, es el amor de su vida.

Para completar la historia un jeque árabe se encapricha de la chica y la quiere para sí a cualquier precio. La trama se complica, amor, sexo, prostitución y drogas. Sin embargo, al final, la justicia se impone, el amor triunfa… y la política de ser el eje de las vidas de los protagonistas.

La novela es también un laberinto emocional y llega a convertirse en un rompecabezas en el que se encuentran desde las piezas del amor más puro y desinteresado, hasta las más bajas pasiones mezcladas con los intereses más espurios. 

En ningún momento se ha de leer esta narración como una novela autobiográfica. No obstante, faltaría a la verdad si no dijese que algún personaje lleva algún retazo de mí y, también de personas y situaciones de mi entorno. En ningún momento he pretendido ocultarlo y, mucho menos, evitarlo. Hay quien sostiene que siempre que escribimos, escribimos sobre nosotros mismos. No sé si es cierto o no, lo que sí sé es que mi intención al escribir “El gran disparate” era hacer una fotografía, el máximo de fidedigna posible, de lo que vivimos y padecimos en Cataluña en el otoño de 2019, no sé si lo he conseguido. En cualquier caso, lo dejo a criterio del lector. 

Bernardo Fernández