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“Chile: 50 años”. Luís Miguel Guerra.

13 setembre 2023

"Chile: 50 años". Luís Miguel Guerra.
Luís Miguel Guerra es novelista, historiador, profesor y secretario de Formación del PSC de Barcelona. También es miembro del Comité de Redacción de l’Endavant!

 

El 11 de septiembre de 1973 el presidente de Chile, Salvador Allende, moría en el Palacio de la Moneda, víctima del golpe de estado perpetrado por el ejército chileno, encabezado por el general Augusto Pinochet. Tenía diez años y recuerdo aquel día como si fuera hoy. En mi casa se lloró, quizás recordando lo del 36 y porque otra vez lo volvían a hacer. A esa edad te impactan las imágenes que vimos en la tele en blanco y negro, filtradas por un telediario más parte de guerra triunfal que informativo y, sobre todo, por alguna razón que ignoro, las de una revista que se llamaba “La gaceta ilustrada” y que guardaron muchos años hasta que nunca la volví a ver.

Chile era la democracia más avanzada de América Latina, pero el contexto internacional de los setenta no ayudaba. En 1971 Allende se había impuesto en las elecciones presidenciales con la “vía pacífica al socialismo”. Pero los Estados Unidos de Nixon se cruzaron en el camino. Kissinger, secretario de Estado, durante una reunión del Consejo para la Seguridad Nacional en 1970 dijo: “El éxito de un gobierno marxista elegido por el pueblo constituiría un claro ejemplo para otras partes del mundo”. Y eso no podía suceder. Y así comenzó el acoso y derribo de Salvador Allende y no sólo de su persona sino de la obra de gobierno y a la economía, tratando de hacer de Chile un país inviable. Pero como el gobierno no caía, la izquierda era fuerte, se decidió ir por la vía directa. Se impuso el terror, se liquidaron todas las medidas sociales y se puso en marcha un fascismo ultra capitalista, un modelo neoliberal descarnado amparado por la burguesía chilena que brindó sin vergüenza por la matanza mientras dejaban que su país se convirtiera en un laboratorio inmoral.

El neocapitalista Milton Friedman diseñó la nueva economía chilena llevada acabo por sus chicos de Chicago, los Chicago Boys. Un modelo que tuvo uno de sus pilares en la represión y el terror… ¿Y el milagro? Bien gracias. Cuando el dictador se retira en 1988, Chile tenía un 40% de población en la miseria. Una sanidad privatizada, una brecha social inmensa y una educación superior sólo apta para la clase pudiente. Cómo saltaban de alegría en la Universidad Católica de Chile, aquel 11 de septiembre.

Hace mucho escuché en la radio a uno de esos próceres de la economía neoliberal alabar el modelo chileno y que menos mal que había desaparecido el loco de Allende. Era cuando no había redes y los oyentes podían entrar en directo y llamé, no me dieron la oportunidad. Aunque me consoló escuchar a un chileno exiliado que entró y muy educadamente puso a caer de un burro al tertuliano. Tiempo después me invitaron a dar una conferencia sobre el tema y en el turno de preguntas se me habló de la ruina en la que estaba Chile, la inflación, las penurias, sin mencionar por supuesto las zancadillas a las que fueron sometidos… Muy bien, pero ¿Unos números justifican la carnicería? ¿Justifican las torturas, las desapariciones? ¿Los años de dictadura de uno de los asesinos más grandes que ha conocido la humanidad? Aquella imagen vampiresca, en el entierro de su admirado Franco. No, no, no y mil veces no.

Y mientras, supimos de la represión salvaje, de la muerte de Víctor Jara, de la aún por esclarecer de Pablo Neruda. Oímos hablar y luego pudimos ver el documental de Patricio Guzmán “La batalla de Chile”, una joya indiscutible de la memoria histórica. Conocimos exiliados que nos explicaron sus vivencias. Escuchamos y fuimos a los conciertos de Quilapayún, que el día del golpe estaban fuera del país y por eso se salvaron, y cantamos con ellos a puro grito “El pueblo unido jamás será vencido”, “Compañero Presidente” y aquel final de la cantata de Santa María de Iquique: “Tenemos razones puras, tenemos por qué pelear”. Y poníamos la cinta de Víctor Jara para escuchar “Te recuerdo Amanda”, “Duerme negrito”, “Juan sin tierra” “El cigarrito” o “El derecho a vivir en paz”. Qué ironía…

Y así pasaron los años y cada 11 de septiembre nos reunimos en Barcelona, en la plaza que lleva el nombre del presidente. Dos cosas emocionan especialmente: las últimas palabras que dirigió al pueblo de Chile mientras era bombardeado (“Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”) y el canto final “Venceremos”, himno de la Unidad Popular que le llevó a la presidencia (“Sembraremos las tierras de gloria, socialista será el porvenir…”)

Chile fue un episodio más de la lucha entre el bien y el mal, entre el derecho a vivir en paz y el fascismo. Camus escribió: “fue en España donde los hombres aprendieron que es posible tener razón y, aun así, sufrir la derrota, que la fuerza puede vencer al espíritu, y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa”. Quítese el nombre del país y póngase el que se quiera, que haya sufrido algo así.

Ni un paso atrás en esa lucha. Compañero Presidente Salvador Allende, hasta siempre.