¿Qué cree que define sustantivamente el socialismo democrático? ¿Cuáles cree que son sus valores y propuestas esenciales?
El socialismo democrático defiende la democracia y sus reglas de juego como el espacio político incuestionable en el que dirimir la defensa de los principios y valores como la defensa de los derechos y libertades, de una sociedad más justa, de la lucha contra las desigualdades, de la protección de los más vulnerables y de la igualdad de oportunidades.
¿Cómo entiende la relación entre marxismo y socialismo? ¿Qué lectura hace de la historia del socialismo?
El marxismo estuvo en el origen del surgimiento histórico del socialismo y de su desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX, marcado por el dilema entre reforma y revolución. La revolución soviética y la lucha contra el fascismo fueron elementos determinantes de un debate que marcó a la izquierda durante el período de entreguerras, y que se saldó con la división entre comunistas y socialistas. En la segunda mitad del siglo XX, el socialismo abrazó la defensa de la democracia como una de sus señas de identidad y se convirtió, además, en fuerza de gobierno, lo que supuso un cambio radical en sus responsabilidades públicas. Algunos partidos socialistas lo escenificaron como una renuncia al marxismo. La caída del muro de Berlín y el final del bloque soviético reforzaron dicha opción e incluso llevaron a la defensa de lo que se llamó “la tercera vía”, una aceptación no ya de la defensa de la democracia, sino de la posibilidad de alcanzar sus ideales dentro de un estado del bienestar compatible con el sistema capitalista. El tránsito del siglo XX al siglo XXI y, sobre todo, el impacto de la crisis económica de 2008, en un contexto de triunfo del neoliberalismo, abrieron una nueva etapa desafiante para el socialismo democrático, un desafío reforzado por el auge de los movimientos populistas y de la expansión de movimientos de extrema derecha en todo el mundo.
¿Cuál piensa que ha sido y cuál debería de ser el vínculo entre pensamiento y práxis política en el socialismo?
Los socialistas siempre creyeron que el pensamiento debía guiar la práctica política, y el debate de ideas ha formado parte de su historia. La asunción de responsabilidades de gobierno y la complejidad de los asuntos acerca de los que debían tomarse decisiones pareció primar desde los años 1980-1990 sobre el desarrollo del pensamiento. La velocidad de las transformaciones económicas y sociales desde el cambio de siglo ha propiciado, sin embargo, la reflexión teórica, con propuestas de análisis de las nuevas realidades sociales. La defensa de grupos e identidades, aun reconociendo que ha permitido darles una visibilidad de la que carecían, ha dado lugar a lo que de manera muy controvertida se ha llamado la “ideología woke”, con una fragmentación de temas y audiencias. Eso dificulta una visión global y aglutinante de lo que debería ser la práctica política.
¿Cuáles son, según su criterio, los retos de nuestro mundo actual en los que el pensamiento socialista necesita centrar sus esfuerzos de reflexión y/o actualizar sus postulados (desigualdades, medio ambiente, migraciones, digitalización, ciencia, globalización, representación social y política, otros)?
Creo que podemos encontrar reflexiones muy valiosas en la izquierda sobre todas esas cuestiones, también sobre las razones del auge de la extrema derecha y su discurso distorsionante sobre valores y conceptos como “libertad” y “democracia”. Pero también creo que el reto fundamental que tiene ahora mismo el socialismo democrático es realizar una autocrítica seria de por qué, pese a lo que la extrema derecha denuncia con éxito como “hegemonía cultural” de la izquierda, la realidad es que el socialismo democrático sigue retrocediendo en todos los países.
¿Considera la forma partido como el entorno adecuado para mantener, desarrollar y difundir el pensamiento socialista? ¿Es posible o necesario el pensamiento de partido y la figura del intelectual orgánico?
Pese al cuestionamiento de los partidos políticos y de las instituciones representativas en los países democráticos, no hemos inventado nada que pueda sustituirlos. Por eso, creo que la tarea fundamental del socialismo es cómo responder a la desafección ciudadana, a reivindicaciones como las de más democracia directa o mayor participación y flexibilidad en la representación ciudadana, sin tirar por la borda las reglas básicas del juego democrático. Esa respuesta no es fácil porque deberá hacerse desde unos partidos que siguen siendo protagonistas de la acción política, pero están sujetos a una fuerte crítica externa y a una deslegitimación permanente. La pluralidad y la democracia interna, así como la ejemplaridad en el funcionamiento de los partidos, resultan imprescindibles. Términos como “pensamiento de partido” o “intelectual orgánico” pertenecen al pasado. Y, aunque sea un tópico, pero no por eso deja de ser crucial, las revoluciones tecnológicas y empresariales en el ámbito mediático y de la comunicación, la irrupción imparable no ya del mundo digital, en el que todos vivimos ya, sino de fenómenos como los influencers, merecen menos condenas, y más análisis de su impacto y de cómo deben manejarse, porque son hoy decisivas.
Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo nació en Madrid, en 1951. Es una política, politóloga e historiadora española. Fue diputada del Congreso de 2004 a 2011 por Madrid, siendo elegida presidenta de la Comisión de Educación y Ciencia del Congreso de los Diputados. Entre 2006 y 2009 fue ministra de Educación y Ciencia del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Es doctora en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, y ha sido catedrática de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense.
Su actividad investigadora se ha centrado en la historia contemporánea de España, y más concretamente en las relaciones entre economía y política, entre el mundo empresarial y la clase política. Es autora de La patronal en la II República. Organizaciones y estrategia (1931-1936), Madrid, Siglo XXI, 1983; La industria, la prensa y la política. Nicolás María de Urgoiti (1869-1951), Madrid, Alianza, 1994; y Juan March 1880-1962, Madrid, Marcial Pons, 2011. Con Fernando del Rey es autora de El poder de los empresarios. Política y economía en la España contemporánea 1875-2000, Madrid, Taurus, 2002, y reeditada en versión ampliada como El poder de los empresarios. Política y economía en la España contemporánea (1875-2010), Barcelona, RBA, 2011.
Es directora y autora también del libro colectivo: Con luz y taquígrafos. El Parlamento en la Restauración (1913-1923), Madrid, Taurus, 1998.