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“La historia no se repite, pero…” Por Luís Miguel Guerra.

17 març 2023

"La historia no se repite, pero..."
Luís Miguel Guerra es historiador, novelista y secretario de Formación de la federación del PSC de Barcelona y miembro del Comité de Redacción de l’Endavant!.  

El 18 de febrero de este año se ha cumplido el 80 aniversario del discurso del Sportpalast. Un acontecimiento que hubiera pasado desapercibido, salvo para algunos dedicados al tema, si no fuera por las circunstancias actuales. Pongo en antecedentes. Era el año1943 cuando la guerra giraba irremisiblemente hacia el bando aliado y Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich organizó un gran mitin en Berlín. Por primera vez se admitía el peligro que sufría Alemania para después lanzar la siguiente soflama: “Les pregunto ¿quieren ustedes la guerra total? ¿Quieren una guerra más total y radical que cualquier cosa que podamos imaginar? (…)” Ni que decir tiene que la respuesta fue unánime y entusiasta. Dos años y dos meses después la capital de Alemania era arrasada.

Hace pocos días -y casi coincidiendo con este ochenta aniversario- Vladimir Putin dijo en un discurso en el que acusaba a occidente poco menos de ser el diablo, que rompía con el tratado de limitación de armas atómicas. Muchos se levantaron enfervorizados gritando y aplaudiendo… Cada cual que saque conclusiones.

Es evidente que las palabras no son las mismas que en 1948, incluso la situación, pero la estupidez humana sigue incólume, impasible, de auténtico bronce. Soplan vientos de guerra enardeciendo los espíritus dando la oportunidad para que fanáticos adoctrinen sin esfuerzo a otros fanáticos.

No me alineo en absoluto con pacifismos de salón, parte también de esa estupidez. Con grandilocuentes discursos sobre la paz cuando en el fondo se está justificando de alguna manera al agresor. Hablando con superioridad moral como si el resto que no compartimos sus argumentos fuéramos animales sedientos de sangre con intereses ocultos y con ganas de ver cadáveres por televisión.

Hay un agresor y un agredido, inicialmente un país, Ucrania, después un continente, Europa, porque si algo enseña la Historia es que cualquier hecho es parte de algo mucho mayor. Interrumpir la ayuda a Ucrania significa la desaparición de ese país, eso está claro, pero lo que no lo está es si eso satisfará las apetencias rusas, aunque escuchando el discurso de Putin y las enseñanzas de la Historia, blanco y en botella. Y si eso fuese así ¿Cuál sería el límite para Europa? ¿Volvemos a 1938 y al vergonzoso pacto de Múnich? ¿A 1939? La Historia no se repite, pero rima y sobre todo deja señales en el camino, hacer caso o no es cosa nuestra.

Mencionaré un episodio que ocurrió durante la innecesaria y arbitraria guerra de Irak. El entonces presidente del gobierno José María Aznar, tras su encuentro en las Azores, subió a la tribuna del Congreso y dijo que había que intervenir y adujo lo siguiente. Si a Alemania se le hubiesen parado los pies cuando remilitarizó el Sarre igual no habría habido Guerra Mundial, después mencionó la anexión de Austria, la de los Sudetes y lo que tenía que haberse hecho, plantar cara para evitar un conflicto mayor. Pero nada dijo del verdadero y más escandaloso episodio de abandono por parte de las democracias ante la agresión de las potencias fascistas, es evidente que porque no la considera tal y porque ganaron los suyos. Me refiero a la Guerra Civil española. La vergonzosa “No intervención”, una pseudo postura pacifista por interés encabezada por Gran Bretaña para contentar a Hitler, condenó, al único pais que se enfrentó al fascismo, a la derrota. Después una guerra mayor, Europa destruida y en España una dictadura de cuarenta años fruto de la victoria de la que hoy, entre líneas, sigue alardeando en dicho y en hechos, nuestra derecha.

Están los que chillan enardecidos ante sus líderes digan lo que digan porque como dicta el totalitarismo, siempre tienen razón. Están los que defienden posturas “morales” que, como los anteriores, llenan los cementerios. La guerra es una desgracia, pero abandonar a un país delante de un agresor, que además ataca el sistema de valores sustentado en la razón y la convivencia, amenazando al resto es una inmoralidad y España, desgraciadamente, sabe mucho de eso.