Luís Miguel Guerra es profesor, historiador, novelista y secretario de Formación del PSC de Barcelona. También es miembro del Comité de Redacción de l’Endavant!
Se ha hecho un llamamiento a los españoles de bien para que se rebelen contra la dictadura que se avecina. No voy a acudir. Por lo tanto me reconozco como un español de mal.
Reconozco mi culpa. La maldad que padezco me impide ver lo de que las dictaduras se cuelan por los parlamentos, el nuevo 23F, que España se rompe, el mayor atentado contra la democracia, lo de la negación del estado de derecho… y tantos argumentos que los de bien ven y comparten.
Reconozco mi culpa porque no he seguido el llamamiento de que todo el mundo actúe y haga lo que pueda para acabar con Pedro Sánchez, el mayor peligro que ha tenido la democracia española.
Reconozco mi culpa. No salgo a la calle gritando, ni recorto banderas constitucionales, ni exhibo otras con águilas y símbolos de los de verdad. No entono canciones de soles y luceros mientras saludo al mundo con el brazo. No llamo cosas feas, aunque claramente se lo merezca. Los de bien siempre van con la verdad por delante, al presidente del gobierno, además de desearle que termine en prisión, también se lo merece, o abandone este valle de lágrimas, cosa que si te la desea una persona de bien es para que vayas al Purgatorio y allí te des cuenta de tu felonía, otra palabra utilizada por los de bien.
Reconozco mi culpa. Voto socialista. Y eso que ya va implícito en el mal, según los de bien, podría corregirse ya que hacen llamamientos a los socialistas que piensen como los de la derecha, reconozcan que los valores de la derecha son los genuinos y que siempre es mejor que mande la derecha para que reine la paz y el orden. Eso sí, parece que a la hora de votar en lugar de coger la papeleta buena, el maligno les nubla la vista y cogen la que no es. Y si Dios no lo impide es porque, en su infinita bondad, piensa que esos socialistas de bien cambiarán el infierno desde dentro.
Reconozco que soy un español de mal porque me importa un pito lo que diga un ex o no exfalangista, que votó en contra de la Constitución, que nos metió en una guerra y tiene más de la mitad de sus ministros condenados por corrupción. Lo que diga un líder que se paseó con un narco y que de decir que era moderado, ha pasado a no argumentar más allá del exabrupto y a mentir como bellaco. Y lo que diga una presidenta de comunidad, remedo dialéctico de Pilar Primo de Rivera, cuya mayor aportación a la política es ir de cañas y no ver a su ex.
Reconozco que soy un español de mal porque creo que estamos en una democracia donde un partido ha conseguido los apoyos para formar gobierno, va a tramitar una ley junto a otros partidos por los canales reglamentarios y ya decidirá el Constitucional sobre ella.
Reconozco que soy un español de mal porque pienso que cuando levantas el brazo como un fascista, hablas como un fascista, cantas como un fascista y te comportas como un fascista, eres un fascista. Y si condenas con la boca pequeña y utilizas el “pero” después de cada frase, criminalizas al objetivo con ataques e insultos y utilizas la hipérbole más grande para mancillar al contrario, eres un fascista. ¿Recuerdan aquello de que si hay 10 nazis en la mesa y uno que dice no serlo pero no les dice nada, hay 11 nazis?
Y, finalmente, reconozco que soy un español de mal porque pienso como socialista, hablo como socialista, canto como un socialista y me declaro socialista así que no tengo remedio: soy socialista.
Por lo tanto, como dijo otro español de mal, José Antonio Labordeta a unos españoles de bien: “Váyanse a la mierda”.