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Albert Einstein (1879-1955)

14 febrer 2023

"Albert Einstein (1879-1955)"
Premio Nobel de Física y autor de la teoría de la relatividad, es considerado el científico más relevante del siglo XX. Su legado científico es de indudable transcendencia. En cambio, sus ideas socialistas en el campo humanístico son, lógicamente, poco conocidas.

Albert Einstein nació en 1879, en Ulm (Alemania), en el seno de una familia judía. Su madre, Pauline Koch, tocaba diferentes instrumentos musicales y fue quien inculcó la pasión por la música que sintió Albert Einstein desde bien pequeño. En cambio, su interés por la ciencia le vino de su tío Jakob Einstein, ingeniero, que le regalaba libros de ciencia desde niño.

Albert no empezó a hablar hasta los tres años. Este hecho, junto con un carácter reservado, hizo creer a sus padres que tal vez tenía alguna discapacidad intelectual. De hecho, ya de mayor, Einstein llegó a expresar su convencimiento de haber podido desarrollar la teoría de la relatividad gracias a su desarrollo intelectual tardío, ya que solo cuando se es un niño uno se cuestiona sobre el tiempo y el espacio.

Tiene escrito que a la edad de cuatro años su padre Hermann le regaló una brújula para hacerle más llevadero el tiempo que tuvo que estar en cama debido a una enfermedad, y cómo aquello supuso un acontecimiento clave para él: le fascinó que aquella aguja apuntara siempre en la misma dirección sin estar en contacto con nada.  Su innata curiosidad fue alentada por sus padres, que le inculcaron los valores de la perseverancia y la independencia.

Su tío Jakob junto con su padre Hermann montaron un taller donde realizaban experimentos tecnológicos. Fue en este lugar donde el joven Albert se desarrolló y enamoró definitivamente de la ciencia de manera entusiasta.

Tras sus estudios de primaria con excelentes calificaciones en ciencias en un colegio católico en Múnich, la etapa de la secundaria fue más dura para él. En 1895 se reunió con su familia en Milán, donde se había trasladado debido a dificultades económicas. Einstein no había acabado el bachillerato. Intentó acceder al Instituto Politécnico de Zúrich, pero no pudo por no aprobar una asignatura de letras, y solo fue el año siguiente cuando obtuvo el título de bachiller y pudo ingresar finalmente en el Politécnico de Zúrich para estudiar Física. Se graduó y obtuvo el título de profesor de Matemáticas y Física en 1900.

Fue a partir de esa época cuando logró un trabajo en la oficina de patentes de Berna, cuando se doctoró, y cuando empezó a publicar destacados artículos científicos: sobre el efecto fotoeléctrico, sobre el movimiento browniano y sobre la teoría de la relatividad especial. En su progresión, accedió a una plaza de profesor en la Universidad de Berna (1909), a una plaza en la Academia de Ciencias prusiana de Berlín (1914),  e incluso al Premio Nobel de Física (1921) por el efecto fotoeléctrico y, curiosamente, no por la Teoría de la Relatividad Especial y General que perfeccionó en 1915. Esta teoría en su momento generó controversia en la comunidad científica, hasta tal punto de que se dice que el científico miembro del comité de los premios Nobel a quien se le encargó analizar dicha teoría simplemente no la alcanzó a entender.

Einstein vivió dos guerras mundiales, tuvo nacionalidad alemana, suiza y austriaca, emigró a los Estados Unidos en 1932 con el auge del nazismo previo a la segunda guerra mundial, obteniendo la nacionalidad estadounidense, y ya nunca más se restableció en Europa. Dedicó todos sus esfuerzos a encontrar una teoría unitaria de la gravitación y el electromagnetismo y, por el conjunto de su trayectoria, obtuvo fama y prestigio mundiales. La ecuación E=m·c2 quizá sea de las más conocidas de la Física.

Einstein falleció en Princeton en 1955, dejando un legado científico que revolucionó la ciencia del siglo XX y de momento, probablemente, del XXI.

Existe un gran consenso en considerarlo el científico más relevante del siglo XX. Su legado científico es de indudable transcendencia, como también los es el conocimiento existente a nivel popular en los últimos cien años de su figura como paradigma del científico moderno y del genio.

En cambio, sus ideas en el campo humanístico son (lógicamente, por la magnitud de su dimensión científica), poco conocidas. Fue un activo defensor del pacifismo, aunque se le recuerde también por apoyar (que no participar) el “Proyecto Manhattan”, un programa de desarrollo de armas nucleares en Estados Unidos que daría lugar a la bomba atómica. Detrás de dicho apoyo estaba el convencimiento de Einstein sobre el efecto disuasorio del armamento nuclear frente a los enemigos de la humanidad, y condicionado a un necesario control internacional. Tras el desastre de Hiroshima y Nagasaki, hizo campaña contraria a las armas nucleares.

Abogó por un federalismo mundial, convencido de que solo un gobierno político mundial podría alcanzar la paz global, por el internacionalismo, y el socialismo democrático. A pesar de carecer de una extensa obra escrita en estos campos, obviamente centrado como estaba en su trabajo en el campo de la ciencia, Albert Einstein expresó de diferentes formas y en diferentes contextos su fuerte compromiso con la libertad individual, la libertad de expresión, y el socialismo democrático.

Como reacción a la ola de antisemitismo que recorrió Europa central (y no tan central) en los años treinta del pasado siglo, Einstein se comprometió a su manera con el sionismo: no estaba de acuerdo con la idea de un Estado Judío en Palestina, sino más bien comprometido con un Estado binacional donde judíos y palestinos tuvieran los mismos derechos: «Nosotros, esto es, judíos y árabes, debemos unirnos y llegar a una comprensión recíproca en cuanto a las necesidades de los dos pueblos» (Este es mi pueblo, A. Einstein).

En mayo de 1949, el primer número de la revista socialista neoyorquina Monthly Review publicó un artículo suyo titulado «¿Por qué el socialismo?» (enlace a la traducción al castellano al final del presente artículo) en el que reflexiona sobre la historia, las conquistas y las consecuencias de la «anarquía económica de la sociedad capitalista», artículo que hoy sigue teniendo bastante vigencia e interés. Es de lamentar que no exista su publicación (para más inri, libre de derechos) con la dignidad que merecería ni en castellano, ni en catalán, ni en papel, ni en formato electrónico.

Este artículo, que dibuja los rasgos principales del pensamiento político de Albert Einstein, es seguramente el más conocido de su autor en este ámbito. Trata sobre el fracaso del capitalismo para liberar todo el potencial de la creatividad humana, al promover el egoísmo antes que la cooperación.

Para Einstein, es necesario un cambio de sociedad por diferentes motivos, tal como argumenta en su artículo.

Primero, constata que el hombre es un ser solitario y social porque busca estabilizar su propia supervivencia, pero necesita a la sociedad para lograrlo. En cambio, la sociedad capitalista, en lugar de promover la colaboración entre personas, las empuja a un estado de perpetua competitividad y de egoísmo. La alienación del individuo en la sociedad capitalista le hace sufrir por su propio aislamiento, que le convierte en hostil respecto al grupo al que pertenece.

Segundo, Einstein piensa que el principal problema del capitalismo es la anarquía de la producción, que es la principal razón de las diferentes crisis económicas.

Tercero, y siguiendo las teorías marxistas como la de la plusvalía, que constata que el obrero es explotado por el capitalista, que le paga mucho menos que lo que el obrero le aporta.

Y cuarto, Einstein sostiene que la producción económica en un sistema capitalista no está pensada para responder a las necesidades de todos, sino para obtener un beneficio.

Para responder a todos estos problemas de la sociedad capitalista, Einstein considera que la solución pasa por instaurar una economía socialista y un sistema de educación orientado a objetivos sociales. La planificación de la economía buscaría adaptar la producción a las necesidades de la sociedad, distribuiría el trabajo y garantizaría la subsistencia a todos los hombres, mujeres y niños.

No obstante, Einstein deja claro que dicha planificación (que por sí sola no garantiza el socialismo, e incluso puede llevar al esclavismo) debería llevarse a cabo, en todo caso, evitando una poderosa burocracia central, todopoderosa y arrogante, mediante los contrapesos democráticos imprescindibles, y garantizando siempre los derechos individuales.

Cabe destacar el contexto en el que se publica el artículo de Einstein. Con la segunda guerra mundial recién terminada y el arma atómica ya utilizada, su compromiso contra el militarismo se refuerza. En los Estados Unidos, donde desde hace años vivía Einstein, el odio anticomunista y la censura de las ideas marxistas eran extremadamente fuertes, expresándose por ejemplo en la caza de brujas, que afectó a miles de personalidades y profesionales del mundo del cine y la cultura. Es entonces cuando Albert Einstein da apoyo incondicional a la creación de una revista de ideas socialistas, como la Monthly Review, que publica el artículo mencionado en su primer número y que, por cierto, sigue publicándose en la actualidad. Fue, a lo largo de toda su vida, una persona comprometida con su tiempo, que participó, alzó su voz e hizo proselitismo de su pacifismo y de sus ideas progresistas.

Los orígenes de las ideas políticas de Einstein se pueden situar en su amistad con Friedrich Adler, un físico y político austromarxista miembro destacado del partido socialdemócrata austriaco. Su concepción del socialismo que es clara: un sistema de economía planificada bajo un total control democrático por la población, internacionalista y sin burocratismo.

F.G.A.

Enlaces

¿Por qué socialismo? (Albert Einstein, mayo de 1949)

Enlace a la revista que publicó el artículo