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¿Por qué somos abolicionistas?

19 setembre 2022

¿Por qué somos abolicionistas?

Por Irene Jezabel

Moralistas, paternalistas, punitivistas… son algunas de las acusaciones que extienden contra el PSOE y su proposición de Ley para abolir la prostitución, aquellas y aquellos que se muestran más cómodos con su regulación. La moral es la disciplina filosófica que estudia el comportamiento humano en base a dos conceptos de los que podríamos discutir durante horas: el bien y el mal.

Porque, efectivamente, y aunque en estos tiempos de “buenismobien” e hipocresía nos cueste admitirlo, hay cosas que están bien y cosas que están mal. Matar está mal, queridos y queridas. Pegar está mal, abusar está mal, violentar está mal, utilizar el cuerpo de las mujeres cómo reclamo, como objeto en venta, como partícipe de un contrato o como elemento de puja en un entorno de oferta y demanda está mal, sí: es moralmente deleznable.  ¿Paternalismo? Quiero pensar que no se dan cuenta que el patriarcado les está regalando el término y también el baremo, porque de lo contrario me parece que sencillamente estamos entrando en un argumentario pueril y fácil.

Hay cuatro formas de enfrentarse a la prostitución: regularla, prohibirla, abolirla o sencillamente no hacerlo. De momento nos manejamos estupendamente en la cuarta. Gracias a esta inacción y permisividad histórica la prostitución representa actualmente el 0,35% del PIB español (sin contar con que entre el 90/95% de las personas que ejercen la prostitución son víctimas de trata, según reflejan otros estudios). La amplia mayoría de personas que ejercen la prostitución son mujeres. Una sorpresa que las oprimidas sean de sexo femenino bajo el yugo de proxenetas de sexo masculino, supongo que esto tampoco nos alerta en nada y nos ofrece un amplio abanico de posibilidades de que este oficio se ejerza por voluntariedad y desde la más absoluta libertad.

Paternalismo, claro. Las personas que se mueven entre la regulación y la inacción deben tener charlas interesantísimas con sus hijas de pequeñas. Me imagino la conversión: cielo, ¿de mayor que quieres ser? ¿Astronauta, periodista, médico o puta?. Puede parecer demagógico, pero lo cierto es que no siempre queremos para nosotros lo que ofrecemos como posibilidades para los demás. Eso es la hipocresía.

Digamos las cosas claras: tan solo el PSOE ha tenido la valentía, la fuerza y la obstinación para plantar cara a uno de los mercados negros más poderosos (no por nada España es tildada de prostíbulo de Europa) y ha apostado por la única, sí, la única forma posible de acabar con esta forma de violencia contra las mujeres que es la prostitución: la abolición.

Una postura regulacionista supone establecer mecanismos de mercado: oferta y demanda. Pondremos un precio sobre el cuerpo de la mujeres y sus actividades sexuales y definiremos  en base al target al que nos dirijamos posibles eslóganes publicitarios, promociones o vales regalo. Esa misma postura perpetúa el pensar que los hombres, clientes mayoritarios, son incapaces de refrenar sus impulsos sexuales. Una máxima lamentable que el patriarcado nos ha servido para justificar las bajezas más injustificables.  Un ser humano, su cuerpo, no puede ser estudio y parte de una transacción económica. Si lo entendemos en general, es difícil comprender por qué supone tanta polémica cuando ese ser humano es una mujer dedicándose a cobrar por vender su cuerpo.

Por favor, no perdamos en el horizonte de nuestras discusiones desde el despacho o con el twitter en la mano: el hecho es que sólo un 5% de las personas que ejercen la prostitución lo hacen libremente.

Solo hay una postura que afronta la prostitución de forma estructural y que propone un nuevo modelo en el que eduquemos a los hombres y a las mujeres sin la concepción de que el cuerpo de las segundas está en venta a beneficio de los deseos de los primeros. Es el abolicionismo. Mientras que la prohibición persigue a las personas que se dedican a ejercer la prostitución, el abolicionismo afronta de forma estructural la desigualdad, castiga al consumidor y ofrece reintegración y nuevas posibilidades (contemplando inversiones en ayudas) para las personas que dejarán de ejercer aquello a lo que llamamos “el oficio más antiguo del mundo” y sobre el cual aún tenemos reparos para implementar algún mínimo atisbo de progreso.

El PSOE y el PSC, son abolicionistas. El proxenetismo aún no cuenta con suficiente reproche penal en nuestro ordenamiento jurídico, a diferencia de lo que ocurre en otros países de nuestro entorno. Y los y las socialistas queremos reconducir esta situación para combatir el proxenetismo en todas sus formas, porque los y las socialistas no aceptamos la inacción ni echar la mirada hacia otra parte ante cualquier vulneración de los derechos humanos.

Porque cuando modificas el sujeto de la siguiente frase por algún conjuro mágico del patriarcado los derechos se pierden entre líneas:  los seres humanos no estamos en venta, no traficamos con nuestro cuerpo, no somos un reclamo ni un objeto con el que saciar deseos. Algo en lo que todos y todas estamos de acuerdo hasta el momento en el que en lugar de “seres humanos” usamos “mujer”.

Mientras otras y otros seguirán mirando el tema desde una postura cómoda, lejana, respaldada en menos de un 5% del problema y que no sugiera grandes y valientes cambios en la realidad actual. Nuestros y sobre todo nuestras diputadas en el congreso continúan luchando por defender los derechos humanos, los de todos, y en concreto: los de las mujeres. Gracias.