Actualidad

"La transición, de la disrupción a la fiscalidad". Por Joan Vila.

22 marzo 2023

"La transición, de la disrupción a la fiscalidad"
Joan Vila es empresario y presidente de la Comisión de Energía de PIMEC, la confederación patronal más representativa que representa y defiende los intereses de las micro, pequeñas y medianas empresas de Cataluña.

La transición energética para frenar el cambio climático no es una transformación sinilla, es toda una revolución. Primero porque no es suficiente con bajar el consumo de energía, es necesario actuar sobre todas las formas de materias primas, desde el petróleo, el gas, el carbón, hasta el agua, los minerales y los vegetales. La revolución es más ancha de lo que vemos. Por ejemplo, en Cataluña debemos disminuir a la mitad el uso de materias primas, lo que conlleva a un diseño diferente a los productos, una revisión de los procesos de manufactura y, sobre todo, a un reciclaje de materiales. El mundo extrae 106 mil millones de materias primas, fija de forma permanente (edificios, carreteras, bienes) 23 mil, recicla sólo 9 mil y elimina 74 mil en los vertederos, al aire y al agua. La humanidad se ha convertido en una máquina de destruir recursos.

¿Cómo revertir esta situación? Cambiando de modelo. Nos pueden ayudar las tecnologías disruptoras, pero habrá que realizar cambios importantes en el mundo fiscal, de reparto de rentas, de reparto de trabajo y de vivienda. Una cosa va ligada a la otra.

Las tecnologías disruptoras que nos pueden ayudar son la generación de energía renovable (solar, eólica, hidráulica, biomasa, biogás, syngas), la adecuación de las viviendas en aislamiento y bomba de calor, el coche eléctrico autónomo y de flota, licencia artificial (sobre todo en el sector terciario y público) y la proteína no animal. Todas estas tecnologías, bien direccionadas, podrían bajar la energía primaria de Cataluña desde 295 TWh en 2019 hasta 120 TWh en 2050, una disminución del 59%.

Las tecnologías están ahí, ahora falta hacer que se puedan introducir, creando un relato que la gente lo entienda y no se oponga, como vemos que ocurre por ejemplo con el coche eléctrico o con otros ámbitos renovables. El riesgo, casi me atrevería a decir la certeza, es que, haciendo el camino, vamos a perder puestos de trabajo de forma importante. Por ejemplo, si una nevera debe volver a tener una vida de 20 o 30 años en lugar de los 10 que tiene ahora, esto afecta al trabajo. Si el papel higiénico se fabrica en 26 g/m2 en lugar de 34 g/m2, esto afecta a la producción global, con pérdida de puestos de trabajo. Si los vuelos internacionales frenan su flujo por encarecimiento de la aviación, perderemos gente a restauración. Si los coches son autónomos, perderemos una cantidad considerable de trabajo de conducción. Al otro lado están las nuevas oportunidades. Ciframos en 150.000 nuevos puestos de trabajo los que se necesitarán para adecuar las viviendas. Las pérdidas totales de la transformación podrían ser de 82.000 puestos de trabajo que, de aprovecharse las oportunidades, pueden quedar en una ganancia final de 27.000 nuevos puestos de trabajo. Pero estos trastornos implica tener que formar de nuevo a los que pierdan el puesto de trabajo para una nueva capacitación.

El mayor riesgo se llama paradoja de Jevons. Jevons era un economista inglés que, en 1865, observó que, cuanto más eficiente era la máquina de vapor, más carbón se consumía porque las máquinas trabajaban más horas y se construían más. Lo hemos visto posteriormente con el coche y los aviones: mejora la eficiencia, baja el coste y se hace más uso. Por tanto, es necesario tener esta paradoja en el momento de hacer la transición. Su solución es ir a su raíz, tasando el uso de las materias primas. Si se pone un impuesto al petróleo, al gas, al carbón, al agua, a los minerales ya los vegetales, su uso será cada vez más eficiente. Lo vemos hoy, a pesar del impuesto sobre el plástico, el reciclaje del mismo no acaba de arrancar, siendo sólo del 20% frente al 80% del papel y el vidrio.

Tasar las materias primas es una medida esencial pero que no debe comportar una nueva presión fiscal para no hundir aún más a la economía. Esta nueva fiscalidad debe ir de la mano de la supresión de otros impuestos, lo más importante es el IVA que tasa el valor añadido. ¿Cómo es posible que se grabe la música, la literatura, el teatro, el cine, la programación, todo lo creativo y que sale de la mente? Sacar impuestos de lo que genera valor añadido es un concepto racional. En cambio es necesario traspasar esta fiscalidad a las materias primas, obligando a su uso más eficiente ya reciclar al máximo.

El resumen puede que la transición la haremos con tecnologías disruptoras y modificando la fiscalidad. También adecuando el resto de la economía y resolviendo los efectos sociales colaterales. Pero esto es mucho más largo que contar.