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"La revolución industrial verde". Por Silvia Paneque.

27 marzo 2023

"La revolución industrial verde"
Silvia Paneque es diputada al Parlament de Catalunya, candidata socialista a la alcaldía de Girona y secretaria de Transición Ecológica del PSC.

Las energías renovables en Catalunya han tenido este último año y pico un grave problema vinculado al lenguaje de la política de la última década en el país. Esto es lo que creo que explica la posición del gobierno Aragonés al respecto. Carles Puigdemont dijo, el doce de enero del 2016, en su discurso de investidura como Presidente, las siguientes palabras: «venimos de un viaje muy largo» y «lo bonito del mar es lo que no hemos navegado ». Esta segunda frase es citada de un poema de Nazim Hikmet. Una epopeya, según el Diccionario del Institut d'Estudis de Catalunya, únicamente puede tener grandes hechos que sean muy dignos. Navegar por espacios a los que nadie ha llegado durante la historia de muchos años de un país, es esta clase de hechos «muy dignos» de la Enciclopedia. Es curioso que haya quien se otorgue a sí mismo un papel tan importante y trascendente en la historia en sentido, además, positivo desde su punto de vista y lo es porque, en su mayoría, las personas recordadas de los tiempos pasados ​​son por cuestiones altamente negativas. 

La diputada Marta Vilalta utilizó las siguientes palabras durante la intervención del veintiséis de marzo de 2021 en la primera tentativa de Pere Aragonès para obtener los votos necesarios para ser presidente de Catalunya: «Pere nos conocemos hace más de quince años, entonces éramos más jóvenes, pero con los mismos ideales. Forjábamos la lucha juvenil y creíamos, mientras hacíamos acampadas jóvenes, jornadas de formación, mientras hacíamos todo esto, creíamos que todo era posible. Entonces quizás todavía no sabíamos que viviríamos uno de los días más gloriosos de nuestro país como el 1 de octubre. Lo que imaginábamos hace quince años, hoy podemos hacerlo posible». En este escenario discursivo ya se ve de entrada que la épica se esparce por todos los rincones de los discursos de estos tiempos y, por tanto, no es extraño que con energías renovables el objetivo del gobierno Aragonés sea tan utópico como tener un mercado con soberanía de energías participadas, democráticas, distribuidas y de microparques y no sé cuántas cosas más. Pero la realidad es muy diferente. 

Gobernar a las personas es una cuestión compleja y, dado que hay opiniones de todo tipo, resulta dificultoso tomar una decisión a menudo. El gobierno de Pere Aragonès y ERC mantienen una posición quijotesca sobre la descarbonización en Catalunya y el lenguaje que utilizan hace que este cambio únicamente irá acompañado de nuevos elementos que la inmensa mayoría de catalanes y catalanas compartimos. Sin embargo, Cataluña es un país industrial y avanzado, lo que impone que tener energías limpias supondrá afectar al entorno del 2% de territorio boscoso o natural de nuestro país. Si entendemos que, en la actualidad, hay alrededor de un 7% de zonas antropizadas o modificadas por la acción de las personas, se hace evidente que la transformación de la que estamos hablando tiene una intensidad enorme, creará huellas importantísimas y afectará de forma muy notable a diferentes paisajes y espacios naturales. Esto será así, si no nos desviamos del objetivo prioritario de naciones unidas y de la Unión Europea para los próximos años, que -en definitiva- es reducir las emisiones para evitar las consecuencias más nefastas del cambio climático, que ya estamos sufriendo en la actualidad.

En Cataluña, por decirlo lisa y llanamente, los diferentes gobiernos independentistas han contribuido a construir un único molino de viento en los últimos 12 años. Estamos en la cola de Europa y España, aunque el legado industrial de Cataluña, hacen pensar que deberíamos ser punteros en esta nueva transformación. La descarbonización también es una enorme oportunidad de nueva industrialización sostenible. El 25 de enero supimos que Berlín se sumaba al proyecto BarMar de transportar hidrógeno verde desde Barcelona hasta Francia y Alemania, que el presidente Pedro Sánchez logró pactar con el presidente francés, Emmanuel Macron. La cumbre entre España y Francia, que se celebró en Barcelona, ​​fue una excelente ocasión para estrechar vínculos y reforzar proyectos como estos. Aunque el presidente Aragonés, durante esta jornada, gesticuló de forma excesiva e hizo una asustada antes de los himnos, no es menos cierto que se ha interesado por las grandes oportunidades de esta nueva infraestructura. Sin embargo, el hidrógeno verde necesita para su producción de energías renovables, fuentes verdes que no emiten gases de efecto invernadero y, en esto, Cataluña es donde debe dar un giro radical para ser puntera, en lugar de encontrarse en la cola. 

En resumen, desgraciadamente todo el mundo reconoce que el estado las renovables en Cataluña es deplorable, incluso los representantes políticos que han estado o están directamente implicados con funciones de gobierno, ni tampoco se esconde -en consecuencia- la urgencia que tenemos encima para hacer posible el fin de emisiones en las etapas de 2030 y 2050 y todo el mundo acepta -en sede parlamentaria lo han dicho en distintas ocasiones- que conseguir los objetivos europeos a estas alturas podría definirse como de auténtica epopeya. Sin embargo, tenemos el conocimiento, la metodología para la innovación y el talento necesario para ser punteros en este tema aparte del sol y el viento necesarios. En las próximas décadas, Europa debe crear un territorio energético soberano bien articulado y Cataluña puede tener un papel líder con la exportación de hidrógeno verde, además de asociar nuevas industrias sostenibles que se abrirán paso en todos los campos de la economía y de la sociedad. El clima -en definitiva- ha hecho evidente que nos encontramos en una situación de emergencia absoluta y la respuesta, que no puede ser otra que la descarbonización, exige transformaciones en lugar de palabras bonitas y vacías. Y, en estas circunstancias, es necesario delimitar el debate de las renovables, que conlleva responder a una cuestión compleja: ¿dónde están más eficientes y menos perjudiciales? Sin embargo, el coste cero no existe.