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"La geopolítica de la energía: la guerra de Ucrania como condicionante". Por José Montilla.

25 de febrero 2023

"La geopolítica de la energía: la guerra de Ucrania como condicionante"

José Montilla, expresident de la Generalitat de Catalunya.

Un año después del inicio de la invasión rusa en Ucrania, podemos evaluar ya con un poco de perspectiva, las consecuencias que para nosotros, catalanes, españoles y europeos, ha tenido esta guerra. Ha causado y causará todavía muerte, refugiados, destrucción… como hacía décadas que no sufríamos en el corazón de Europa.

También existen consecuencias en el terreno económico y, especialmente, en el ámbito energético en Europa. Los problemas en el campo de la energía son muchos y variados, afectando de forma desigual a los países comunitarios en función de su estructura económica y su dependencia energética.

Estos son los tres factores que han afectado al abastecimiento, precios y funcionamiento del mercado energético, tanto en España como en el resto de países de la UE:


1. El grado de dependencia energética de Rusia y la seguridad de abastecimiento

Rusia era hasta 2021 el principal proveedor de energía de la UE. Sus exportaciones representaban con datos de 2019 más del 40% de las importaciones de gas y carbón, y más del 23% de petróleo y sus derivados. Es verdad que el grado de dependencia entre los distintos países de la UE es desigual. España es uno de los que, importando el 75% de sus recursos energéticos, sólo importaba de Rusia el 8,5% del gas natural, el 4,7% del petróleo y derivados y el 3% del carbón.

Estos datos tienen que ver en gran parte con el peso poco relevante del carbón en nuestra generación eléctrica (3% del total en 2022) y en las ventajas de nuestra ubicación geográfica, que permite abastecernos de petróleo y especialmente de gas procedentes de varios mercados emisores. La red de oleoductos y las refinerías existentes garantizan este suministro.

Igualmente, ya diferencia de la mayoría de nuestros socios de la UE, la disponibilidad de 6 plantas regasificadoras capaces de ser receptoras de GNL de cualquier país productor, del gasoducto Medgas y de las interconexiones con Portugal y Francia, hace que España no haya tenido ni tiene, un problema de abastecimiento. La seguridad de abastecimiento está garantizada, eso sí, a los precios fijados por los mercados.


2. Precios y consecuencias económicas

Los efectos económicos más importantes de la invasión rusa de Ucrania en nuestro país ha sido el fuerte incremento de precios, dado que este incremento se ha producido en los mercados internacionales de energía (gas, petróleo, carbón) pero también en de otros, como el mercado de materias primas esenciales como los cereales o metales.

El incremento de la inflación se apreciaba ya, de alguna forma antes de la guerra, fruto del aumento de la demanda y de la salida de la crisis provocada por la COVID-19.

Aparte de la contribución de los productos energéticos a la inflación general, conviene mencionar el impacto negativo sobre el PIB que esto supone, estimado para España, según algunos estudios, entre el 4,5% – 5%.

Un problema que hemos vivido durante este período es la alta volatilidad de los precios del carbón, del petróleo y especialmente del gas natural, producido por la existencia de oligopolios entre algunos países productores, del contenido especulativo de los mercados de futuros y del impacto de la disminución de la oferta derivada de las sanciones en Rusia.

 

3. Cambio de proveedores

La comunidad internacional y especialmente la UE, han adoptado un régimen de sanciones en Rusia como respuesta a la invasión de Ucrania. Este régimen se ha desarrollado gradualmente y ha significado la aplicación, entre otros, de un sistema de embargos a la exportación de productos energéticos rusos. Entre ellos, carbón, petróleo crudo, productos petrolíferos refinados y otros productos intensivos en energía (acero, cemento, papel, plástico, etc.). El gas natural no está incluido en los embargos. La razón es compleja, pero conviene señalar la no existencia de alternativas de abastecimiento por algunos países europeos dada su ubicación geográfica y su dependencia del gas ruso.

En el caso de España se ha producido un cambio en la procedencia del abastecimiento de gas natural y de gas natural licuado, de 2021 a 2022. Así, en 2021 nuestro principal proveedor era Argelia (42,7, 14,1%), el segundo USA (11,4%) y el tercero Nigeria (2022%). Y en 28,8 el primer puesto lo ocupó USA (23,8%), el segundo puesto Argelia (13,9%) y el tercer Nigeria (2021%). Rusia figura en cuarta posición en 7,7 (2022%) y 12,1 (18%). Otros XNUMX países completan la lista de mercados emisores.

Esto se da en un contexto donde en 2022 la demanda más la exportación aumenta un 4,4% respecto a 2021. Pero con unas cifras que merecen una especial atención: existe una caída pronunciada de la demanda convencional, básicamente industria (-21,4 ,52,7%), un incremento de la demanda para la producción eléctrica (+8,9%) y un incremento de las exportaciones (+XNUMX%).

De todo esto se deduce que España es el país que no sólo ha tenido garantizado el abastecimiento energético sino que ha contribuido a la seguridad de abastecimiento de algunos de nuestros socios comunitarios. Nuestra dependencia del gas ruso es poco relevante. Los países emisores de productos petrolíferos, dadas sus características, son un mercado más flexible y disperso. La OPEP representa en 2022 el 48,8% del suministro (Nigeria 12,8%; Irak 8,2%; Libia 7,9%; Arabia 7,5%; Argelia, 5%…). De entre el resto de países que no son de la OPEP, destacan USA (10,4%), México (9,6%), Brasil (8,5%)… y Rusia (1,1%). Como puede verse, la afectación del embargo a Rusia es poco relevante por las diversas alternativas existentes, que facilitan el cambio de proveedores.

El problema sigue siendo los precios fijados por el cártel de los países de la OPEP y la disminución de su producción concertada en este momento con Rusia, para mantener un precio medio/alto del barril. En cuanto al gas, los grandes beneficiados han sido India y China, que en gran parte sustituyen a Europa como grandes clientes de las exportaciones rusas, pero a precios más bajos.

Es en este marco donde es necesario reflexionar sobre la política de los países europeos como demandantes de productos energéticos en terceros países que pueden no respetar los derechos democráticos, Rusia incluida.

Aunque en la última década se han producido algunos procesos disruptivos en la globalización, el mercado de los productos energéticos sigue funcionando a escala global. El precio del barril de crudo o de la tonelada de carbón no tiene grandes diferencias en función del país de donde proviene, más allá de las correcciones por la variedad del mismo y por la distancia del país productor respecto a los países consumidores. El precio del gas depende del tipo de contrato y mercado.

Ciertamente, la mayoría de los grandes países productores de productos energéticos no son referentes democráticos, sino regímenes autocráticos y dictatoriales. También existen, en efecto, otros democráticos como USA, Canadá o Australia, entre otros.

En Europa, una sociedad democrática, la compra de recursos energéticos no la realizan Estados, sino los operadores privados, en un marco de concurrencia y competencia propias de una economía de mercado. Son los operadores quienes deciden dónde, a quién ya qué precios compran, sea en un mercado spot o con contratos a plazo.

Sólo existen las limitaciones fijadas por los organismos internacionales que por cuestiones geopolíticas limitan el comercio con algunos países. Es el caso de las sanciones y embargos que limitan determinadas transacciones con países como Irán y recientemente Rusia.

Estas medidas pueden ser implementadas por un conjunto de países bajo el paraguas de algún o algunos organismos multilaterales (ONU, UE, etc.). Ahora bien, una decisión unilateral de un país europeo respecto a la limitación de importación de recursos energéticos de un determinado origen sería, además de inaplicable, un puro brindis al sol.

Además, las reglas del comercio internacional que tienen como objetivo favorecer el libre comercio no ponen el acento en el tipo de régimen político de los países. Existen otros instrumentos nacionales, transnacionales y multilaterales para defender los derechos humanos y el progreso de la democracia en el mundo. Pero no debemos olvidar que la construcción democrática debe partir de cada país, con sus especiales características. La imposición de cambios desde fuera, aparte de no ser posible, tampoco es deseable. Basta con ver las consecuencias de intervenciones militares como las de Irak, Libia o Afganistán, por ejemplo.

El otro gran tema a considerar es que uno de los grandes retos de la humanidad es la lucha contra el cambio climático, la reducción de emisiones de CO₂ y la descarbonización de la economía. Esto requiere un proceso de transición energética que permita sustituir a las energías fósiles por energías de origen renovable, que ya está en marcha y que la guerra en Ucrania no ha hecho sino acelerar.

Este proceso, que Europa tiene la capacidad y la necesidad de liderar, no será fácil ni barato ni rápido ni exento de problemas. Uno de ellos es y será garantizar la competitividad de nuestra economía frente a países que se descarbonizan a ritmo más lento o de los que “dopan” sus productos con ayudas públicas. Sin competitividad de nuestros productos y servicios, nuestro modelo de bienestar podríaillar (empleo, servicios públicos, sistema impositivo, pensiones, etc.).

España tiene un papel fundamental en el liderazgo o coliderazgo de este proceso en el ámbito comunitario. Desgraciadamente, Cataluña está entre las comunidades autónomas con menor despliegue de las energías renovables (solar, fotovoltaica) y tampoco destaca en proyectos para liderar la producción de hidrógeno renovable.

Las teorías y movimientos "decrecentistas" o "retardistas", pueden frenar la implantación de las renovables en determinados territorios de Cataluña y también del resto del Estado. España tiene fecha de cierre por su parque nuclear, no tiene gas ni petróleo, tiene poca agua (hidroeléctrica), el carbón es residual… El sol y el viento son nuestro petróleo para producir energía eléctrica, poder almacenarla con el desarrollo tecnológico que se irá produciendo en el sector de las baterías. También podemos fabricar hidrógeno verde competitivo, con una tecnología que evoluciona muy rápidamente. Esto debería permitirnos sustituir, en primer lugar, el hidrógeno gris que actualmente consumen determinados sectores industriales y, en segundo lugar, estar en condiciones de sustituir el gas natural en la producción de electricidad, en parte del transporte ya más largo plazo , poder exportar a países terceros.

Conviene, en cualquier caso, no perder de vista que la coexistencia de energías fósiles y renovables será larga en el tiempo, no nos engañemos. Incluso más allá de la fecha mítica de 2050.

Europa y España poseen los instrumentos comunitarios y nacionales para facilitar esta transición. Todas las instituciones y el conjunto de la sociedad debemos colaborar para hacerlo posible.