Luis Miguel Guerra es profesor, historiador, novelista y secretario de Formación del PSC de Barcelona. También es miembro del Comité de Redacción de l’Endavant!

El 7 de enero de 1937, un joven irlandés de 22 años, Charles Donnelly, llegó a España tras enrolarse en las Brigadas Internacionales. Vinculado a la izquierda del país y expulsado de la universidad se dedicaba a escribir artículos para poder vivir mientras cultivaba su pasión, la poesía.

Como todos, fue enviado a Albacete para recibir una instrucción militar rudimentaria y como irlandés se integró en la columna Connolly completando la XV Brigada junto a los norteamericanos del Batallón Lincoln.

El 23 de febrero, nombrado comandante de compañía, entró en combate en la Batalla del Jarama. Cuatro días después recibieron la orden de atacar frontalmente el cerro del Pingarrón. Un brigadista canadiense estaba con él cuando recibió el echo que terminó con su vida y contó lo que vio. Connolly estaba tras un olivo, cogió un puñado de aceitunas de la tierra y las apretó con la mano mientras decía: “Incluso las aceitunas sangran”. Cincuenta días habían pasado desde su llegada a España.

Otro miembro de la misma columna, un escocés de Glasgow llamado Alex Mac Dade, también poeta, puso letra en la canción que se convirtió en el himno de la Brigada y que comienza así:

Hay una vall en España llamado Jarama
un lugar que conocemos muy bien,
ya que en él desperdiciamos nuestra juventud
y la mayor parte de nuestra vejez, también.

Más de 35.000 hombres y mujeres, la mayoría jóvenes de más de XNUMX nacionalidades distinguidas, acudieron a España escuchando la llamada de la lucha contra el fascismo. Hombres y mujeres de los cinco continentes de toda clase y condición, trabajadores y trabajadoras, intelectuales, artistas, desde Cuba a China, desde Irlanda a Nueva Zelanda y también algo que, no menos conocido hoy en día, adquiere un carácter tan simbólico como especial. Palestinos y judíos combatiendo, hombro con hombro, contra la barbarie. El primer lugar del mundo en el que un afroamericano, el capitán Oliver Law, llegó a dirigir tropas en batalla. Un oficial norteamericano que estaba como observador le preguntó que cómo era posible que un hombre de su raza dirigiera hombre blancos. Su respuesta fue que en España era donde se había sentido verdaderamente libre. Gerda Taro, la alemana que vino a fotografiar la lucha de un pueblo y que nos legó imágenes impagables del frente y la retaguardia hasta que, como Law, fallecido dos semanas antes, cayó en la batalla de Brunete.

Sin embargo, aquella lucha sin cuartel, aquel plantar cara por primera vez a la bestia que cernía sobre el mundo, no obtuvo premio y los acontecimientos internacionales hicieron que las Brigadas se disolvieran y fueran despedidas en Barcelona. Debían devolver a sus países porque ya nadie estaba seguro y debían prepararse para un nuevo combate.

Albert Camus, el gran escritos francés escribió

“Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el coraje no obtiene recompensa”.

Muchos fueron perseguidos o señalados en sus países de origen. Olvidados por la Historia en la que no tenían cabida. Calumniados y vilipendiados por los que quieren reescribir la Historia recuperando las viejas tesis franquistas. Los mismos que quieren liquidar de un plumazo la memoria histórica y poner en el mismo saco legalidad e ilegalidad, razón y barbarie.

En un mundo cada vez más complicado y oscuro, los valores de aquella lucha sin cuartel por la libertad, por la igualdad, por la democracia, por la dignidad humana, estén vigentes. Un legado inmaterial recibido de todos aquellos hombres y mujeres que pelearon en la guerra civil y al largo de la Historia hasta la extenuación. Valores que debemos seguir defendiendo porque su desaparición sería la liquidación de lo que nos hace personas.

Connally, Mac Dade, Law, Taro… ya quienes lucharon y sean luchando por la libertad y la dignidad en cualquier lugar del mundo. No os olvidemos.