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"Nucleares versus nuevo modelo energético". Por Xavier Sabaté.

27 de enero 2023

"Nucleares versus nuevo modelo energético"
Xavier Sabate es concejal de Transición Ecológica del Ayuntamiento de Flix (Tarragona).

Aún no hace un año el mundo descubrió con espanto el inicio de una nueva guerra y que ésta se producía porque quien la declaraba tenía un arma muy poderosa, llamada gas. Sin el que buena parte de Europa podía quedarse sin calefacción en pleno invierno y tener que detener sus industrias.

Más allá de manifestar el horror, la condena por el conflicto bélico y la adopción de medidas directas en relación al conflicto, el viejo continente reaccionó juramentándose para que nunca más volviera a producirse una situación de dependencia energética, como la que hemos estado viviendo estas últimas décadas.

Esto significa acelerar a toda máquina la transición hacia el nuevo modelo basado exclusivamente en renovables, porque es la mejor garantía de tener un sistema energético seguro y limpio, pero al mismo tiempo descentralizado y sin monopolios, ni oligopolios. No es más que lo que habíamos aprobado en cumbres internacionales contra el cambio climático y en muchos parlamentos europeos, pero que cumplíamos muy tímidamente. Sobre todo en Catalunya, líderes en aprobar una Ley de Cambio Climático en 2017 y campeones al incumplirla, de forma que estamos en la cola de España y Europa.

En este nuevo modelo energético no encaja la energía nuclear, que pertenece al viejo modelo de generación y – no lo olvidemos – de gestión de la energía:  

a) Monopolio y/u oligopolio de varios poderosos.

b) Inseguridad en la actividad por riesgo de accidente o atentados – es la única fuente de energía que en sus instalaciones existen inspectores permanentes externos y cuerpos armados para su defensa.

c) Riesgo de interrupción de suministro de uranio que procede de países con Namibia o Rusia, de donde precisamente se abastece a España en buena medida.

d) Fijación de precios volubles y con criterios lógicamente sólo de mercado y buscando el máximo beneficio económico.

e) Residuos que permanecerán siglos generando gastos de conservación.

f) Periodos larguísimos de construcción de plantas nucleares. Las últimas europeas: Okiliuoto en Finlandia, 13 años de retraso, o Flamanville en Francia, 11 años de retraso. Pero toda la comunidad científica dice que la década que nos encontramos es decisiva para luchar contra el cambio climático y evitar llegar a los 2º de aumento – todo el mundo da por supuesto que no podremos detenernos en el 1'5º.

g) Imposibilidad de prever los costes: Okiliuoto, sobre coste de 11.000 millones y Flamamville 13.000 millones de euros sobre las previsiones iniciales.

h) Dificultades de refrigeración. Con el cambio climático y el aumento de temperaturas y la escasez de lluvias, la refrigeración de los reactores nucleares se ha complicado aún más, como hemos podido ver el pasado verano especialmente en las plantas situadas en las orillas de los ríos. 

i) La aceptación Social es muy escasa. Hay muy pocos lugares en los que la población acepte, no sólo la implantación de centrales nucleares, sino ni siquiera de instalaciones tan inocuas como los almacenes de residuos nucleares. Prueba de ello son los casos de España o Catalunya, donde lleva décadas sin encontrarse ninguna ubicación.

j) Por último, en los últimos meses, en los países como España donde avanza de forma rápida la implantación de energías renovables, hemos descubierto que la nuclear es muy difícil de complementar con la eólica. Es decir, ambas se "estorban" y cuando entran en colisión, siempre acaba perdiendo la eólica porque la nuclear es muy rígida y muy difícil de gestionar. Así, en estas primeras semanas del año, en España ya han tenido que detenerse algunos parques eólicos en dos ocasiones. En la medida en que se vaya implantando más energía eólica, esto se repetirá mucho más hasta que no tengamos capacidad de almacenamiento de energía para usarla cuando no tengamos sol ni viento. De ahí que el gobierno español empiece a impulsar almacenamiento a gran escala en diversas formas: gravitatoria – minerales o agua – , baterías, hidrógeno verde, aire comprimido u otras renovables continuas que todavía tienen poca aplicación comercial como la de las corrientes marinas o de las olas.

Por último, desde un pensamiento o una visión de izquierdas, la apuesta por el nuevo modelo energético renovable y sin gas ni uranio aún debe ser mucho más clara, porque es mucho más democrático y social: hace mucho más difíciles los monopolios y el oligopolis, empodera a millones de personas que toman la iniciativa de forma individual o compartida – cooperativas, asociaciones, empresas – que se organizan en comunidades energéticas para acceder a la generación y gestión de la energía. La renovable es distribuida, no sólo en el territorio sino también en lo que se refiere a la propiedad. En Alemania el 45% de la propiedad de energía renovable está en manos de cooperativas, pequeños propietarios y ayuntamientos.

Desde una posición de izquierdas la energía es un derecho, porque sin ésta no hay posibilidades de una vida digna. Y los derechos sabemos que no les asegura una empresa mercantil que por definición -y obligación- busca el beneficio económico y no la satisfacción de los derechos que son de todos y, mucho menos, el de aquellas personas con menos recursos.

Para la gente progresista, la soberanía energética no se puede entender sólo como la capacidad de un país para autoabastecerse el 100% de energía -naturalmente renovable- sino la capacidad de las personas para empoderarse de la energía ; es decir, participar y decidir en su generación y gestión, evitando situaciones de dominio y garantizando el derecho de acceso en igualdad de condiciones para todos.