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Nuevas respuestas a preguntas vetadas. Por Catalina Mieras.

14 2022 octubre

Nuevas respuestas a preguntas vetadas
Catalina Mieras es médica y exconsejera del Gobierno de la Generalitat de Catalunya

El 21 de febrero de 2001 todos los grupos políticos del Parlament, por unanimidad, encabezados por el PSC presentamos una proposición no de Ley instando al Consejo Ejecutivo a: “A realizar las gestiones necesarias ante las diferentes administraciones para que se autorice el uso terapéutico del cannabis.”

El 14 de octubre de 2021, veinte años después, se constituye en el Congreso de los Diputados una Subcomisión, en el seno de la Comisión de Sanidad, a fin de analizar experiencias de regulación del cannabis para uso medicinal.

Desde la iniciativa del PSC a la constitución de la Subcomisión han pasado nada menos que veinte años

No es casualidad, porque hablar del uso terapéutico del cannabis no es un ejercicio aséptico, ni ideológica ni culturalmente, estamos hablando de una droga ilegal y, por tanto, promover su uso terapéutico es una forma de trabajar para influir en la opinión publica a favor de legalizar su uso recreativo.

En este sentido, el debate científico sobre los efectos positivos y negativos del cannabis sobre la salud no puede escapar a la politización; es necesario, pues, para hacer un debate serio y alejarse tanto de quienes sólo encuentran efectos positivos como de quienes les niegan radicalmente.

Desde los tiempos más antiguos, la civilización humana ha utilizado ciertas plantas y sus derivados para obtener bienestar en determinadas situaciones adversas, luchar contra el dolor y otros fines médicos. Entre las que se han generalizado de forma más permanente y universal están, entre otras: el alcohol, el opio, la mandrágora, la cocaína y el cannabis.

De estas sustancias, la más estudiada y desarrollada para fines terapéuticos en los últimos 200 años ha sido el opio y sus derivados. El más conocido de ellos, la morfina aislada por Friedich Sarturner en 1805, sigue siendo, dos siglos después, el analgésico más ancho utilizado y punto de referencia para investigación de nuevas moléculas sintetizadas que logren la misma eficacia eludiendo uno de los efectos nocivos más importantes: la dependencia.

El cannabis, en cambio, no ha experimentado, por diversas razones, un proceso similar, y se ha mantenido como droga de ocio, y su aceptación social y autorización ha estado relacionada con factores culturales, sin valorar en ningún momento el su posible vertiente terapéutica.

Sin embargo, a partir de los años 80, grupos de pacientes afectados por el SIDA y pacientes de cáncer en tratamiento con quimioterapia, que consumían cannabis de forma recreativa experimentaron sus afectos positivos sobre la inapetencia y los vómitos secundarios en la quimioterapia. Estos grupos fueron los grandes impulsores del reconocimiento del derecho a consumirlos y debo decir que el conocimiento científico actual del cannabis y de sus efectos sobre la salud es más elevado y riguroso que muchos de los productos que se utilizan libremente en las llamadas medicinas alternativas.

Louis Lewin, (1850-1929) farmacólogo alemán, uno de los padres del estudio de las plantas psicoactivas, publicó en 1881 un tratado sobre la frontera entre la acción farmacológica y toxicológica de las drogas definiéndolas como remedio o tóxico en función de la dosis, no es extraño pues que de los medicamentos en inglés digamos drogas.

En pleno siglo XXI quizás habría que reconsiderar la distinción clásica entre drogas buenas (medicamentos) y malas drogas, basada sobre todo en las prohibidas y controladas por ley. No existen medicamentos que no tengan además efectos curativos, efectos negativos no deseados.

El desarrollo científico y técnico actual ha puesto en manos de la medicina clínica académica multitud de nuevas sustancias que pueden intervenir sobre la salud y mejorar notablemente la calidad y el tiempo de la vida humana.

Curiosamente, podemos observar un resurgimiento de medicinas alternativas como homeopatía, acupuntura, etc. que utilizan técnicas y productos que no han sido sometidas a rigurosos controles científicos. El incremento del consumo de este tipo de medicina y la proliferación de comercios que expiden plantas medicinales y sustancias derivadas que se toman como medicamentos ha sido de unas dimensiones tan notables que hace más de 20 años el Instituto Nacional de Salud americano creó un Centro Nacional de Medicina Alternativa encargado de regular el sector.

Pienso que éste es el contexto cultural actual en el que deberíamos plantear la autorización y regulación del uso del cannabis como remedio terapéutico.

Y puesto que hemos situado el contexto por el uso terapéutico, podríamos reflexionar sobre el uso recreativo, los argumentos a favor de la despenalización son categóricos: la venta a precio real acabaría con el narcotráfico mundial, eliminaría las mafias, bajaría el consumo en informar a las autoridades sanitarias sobre los efectos nocivos de su consumo y las dependencias que pudiera ocasionar, tendrían control médico como ocurre también con algunos medicamentos legales que producen dependencias y garantizaríamos un control de calidad y dosificación evitando que se consuma cannabis adulterado.

La secretaria de Sanidad de Clinton, Jocelyn Elders, decía: "El país debe aprender a convivir con las drogas, derogar la prohibición mejoraría la situación de los adictos, y la seguridad ciudadana". Estamos aprendiendo con dificultades en convivir con los medicamentos, o sea con las drogas legales, algunas de ellas con gran poder curativo y no menos efectos adversos.

¿Por qué no nos desprendemos de los viejos tabúes y empezamos a buscar respuestas a preguntas que hasta ahora nos han sido vetadas?