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"La derecha y el 34". Por Luís Miguel Guerra.

5 abril 2023

"La derecha y el 34"
Luis Miguel Guerra es historiador, novelista y secretario de Formación de la federación del PSC de Barcelona y miembro del Comité de Redacción de l’Endavant!. 

Moción de censura. Ramón Tamames toma la palabra y en medio de su, llamémosle discurso, suelta que la Guerra Civil comenzó en 1934. Que la República no fue idílica -cómo se quiere vender ahora- y que uno de los culpables fue Largo Caballero.

Cuando estudiaba el antiguo BUP, allá por 1982, existía una prestigiosa y documentada Historia de España publicada por Alianza en siete tomos, cuyo último (dedicado a la República, Guerra Civil y Franquismo) estaba escrito por un tal Ramón Tamames. He tenido la tentación de hojearlo y, ni por asomo, aparecen las tesis que defiende hoy. Quien lo ha visto y quién lo viene.

¿He dicho tesis? Mejor calificarlas de bravatas de sobremesa de extrema derecha. Me imagino un alimento con Sánchez Dragó, Abascal y seguramente Pío Moa o César Vidal, revitalizadoras de la barbaridad del 34 y lanzada a los cuatro vientos por la televisión de los tiempos de Aznar y Urdaci y hoy recogida en las sesudas tertulias de las cadenas del toro y compañía.

Decía Marx que dejar el error sin refutación era una inmoralidad intelectual. Lo que ocurre es que esto no es un error, es una falacía ponzoñosa que dice mucho de la persona que la profiere, miedo a no hablar de la falta de ética, la intención deformadora, y si pienso que uno que dice llamarse profesor hace algo tan indigno cómo mentir sin rubor para conseguir un objetivo…

Lo ocurrido en octubre de 1934 no fue el comienzo de la Guerra Civil, así de simple. Tener que dar explicaciones por semejante majadería resulta cansino. Y lo de Largo Caballero… el patético intento convertir a las víctimas en verdugos, el repugnante intento invertir los papeles que durante ochenta años ha perpetrado el franquismo y el postfranquismo y que no sólo ha sido de palabra, sino también de obra, cuando el ayuntamiento de Madrid ordenó retirar y destruir la placa de la casa en la que nació el que fuera presidente de gobierno de la República, el legítimo de España.

En algo le doy la razón: la etapa de la República no fue idílica. Lo que ocurre es que esto no es fruto de una investigación exhaustiva, ni hace falta ser “profesor”, sino del sentido común. No hay etapas idílicas, ni siquiera el franquismo, lo siento señor Tamames y compañía, que es lo que, al fin y al cabo, se trasluce del comentario.

Pero no es lo único. Hace relativamente poco, otro político de la Transición (a ver si a alguno se le pasa la neura de ponerles de ejemplo marmóreo, tremendas convicciones y que cualquier tiempo pasado fue mejor, desde 1939, por supuesto), me refiero a Ignacio Camuñas, ex ministro, dijo ante el embeleso del anterior líder del PP, el señor Casado, que la República lo había hecho tan daño, que merecía lo que le sucedió y que para él, lo de julio de 1936, no fue un golpe de estado… Sin palabras, o mejor, con palabras, Sócrates estos comentarios los calificaba de idiotez y el maestro de historiadores, el italiano Cipolla, de estupidez.

Las personas merecen un respeto, la edad también. Sus comentarios y opiniones no. El revisionismo que niega el Holocausto es motivo de burla y escarnio, en cambio el revisionismo franquista tiene su público, como explicó en un artículo anterior… poco, hacen daño.

Dos ideas muy simples. La República fue una etapa democrática de la historia contemporánea de España. Lo que vino después fue una aberración. Digámoslo así, para que Tamames y Camuñas lo entiendan: la República no fue una etapa idílica, pero lo que vino después fue infinitamente pitjor. Y, por último, lo que ocurrió fue injusto y nadie podrá hacer que no lo sea.