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"Crisis de hegemonía". Por Luís Miguel Guerra.

20 de diciembre 2022

"Crisis de hegemonía"
Luis Miguel Guerra es historiador, novelista y secretario de Formación de la federación del PSC de Barcelona.  

Decir que la historia se repite es un absurdo más relacionado con mitologías y religiones. Una segunda falacia, pitjor que la anterior, es la del presentismo, tratar de explicar eventos del pasado aplicando criterios de presente, por eso el sarta de estupideces tales como decir que pidas perdón por algo que alguien hizo hace quinientos años en número de algo o de alguien que nada tiene que ver con la actualidad o hablando de genocidios cuando ni siquiera existía la palabra.

La historia es algo más que una narración lineal de hechos interpretables: es una ciencia, no como las experimentales, con sus métodos sobre hipótesis incluso sobre constantes. Y es por aquí por donde va este artículo al que consideraba necesario añadir esta breve aclaración puesto que de una hipótesis de trabajo se trata, en concreto de la crisis de hegemonía de la derecha española en todas sus variables que empezó en un lejano 1898 y que lega hasta hoy en día.

La hegemonía, el dominio de una clase/grupo social que genera en torno a sí un consenso de los grupos subordinados que le garantiza el poder. Y esa hegemonía en algún momento entra en crisis y es sustituida por otra, un cambio lento, largo y paulatino que se manifiesta a través de los hechos históricos en una lectura estructural de la historia. Pero veamos si la sustitución de la hegemonía se ha dado en España o existen elementos que nos hacen dudar de ello.

 En el caso de la historia contemporánea de España tras un siglo XIX absolutamente convulso con dos caídas de la monarquía borbónica, tres guerras civiles, varios golpes de estado, la tutela de los militares, Riego, Espartero, Narváez, O'Donell, Delgado, Serrano, Martínez Campo y la presencia omnipotente de la Iglesia. Se estabilizó la situación con el sistema canovista una simbiosis entre liberalismo conservador y elementos del antiguo régimen sustentado en el caciquismo y la manipulación electoral, nada raro tampoco en otras latitudes. Es el comienzo y continuación de una hegemonía que se quiso perdurara sin hacer caso a los nuevos actores que se incorporaban, el cada vez más potente movimiento obrero y el nacionalismo.

Se mantuvo el turnismo pacífico entre el partido conservador y el liberal hasta que en agosto de 1897 Cánovas fue asesinado y un año después España debe desalojar lo que quedaba del imperio, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam en un desastre que puso en España ante su realidad. A partir de ahí un rey de 16 años que hizo durante todo su reinado uso intervencionista de las prerrogativas que le daba la Constitución de 1876 y dos partidos en continua crisis cuyos gobiernos duraban una media de seis meses mientras el mundo cambiaba a su alrededor. Hechos coyunturales como los de 1905, 1909, 1917 y 1921 acrecentaron la crisis hegemónica de los grupos que se resistían a perder el poder. La salida fue una dictadura a la manera italiana que no supo ni pudo perdurar que hundió definitivamente el sistema de Cánovas.

En 1931 fue un punto de inflexión. La II República implicaba la sustitución de una hegemonía por otra, la clase media y la clase obrera legaban al poder, en 48 horas ciertamente, pero legaba. Dos años de gobiernos republicanos socialistas que puso en alerta máxima a todos los poderes tradicionales, un cambio a finales de 1933 en el que la derecha representante de la hegemonía anterior, la CEDA ni siquiera se declaraba leal a la República enarbolado el lema “Patria y religión. Lo retorno de la izquierda en febrero de 1936 y el estallido de la guerra civil en la que no hay que decir que dos mundos se enfrentaban. Pero ocurrió algo que todo el mundo sabe pero que parece no calibrar en su justa medida. España fue el único lugar de Europa en el que el fascismo ganó la guerra y durante cuarenta años se negó la democracia y aquellas antiguas clases/grupos hegemónicos recuperaron el poder dispuestos a no soltarlo nunca más. Ejército, caciquismo, neocatolicismo… La biología terminó por hacer su trabajo y el régimen de Franco era un anacronismo en Europa y de un modo casi tan fulgurante como en el 31 pasamos en tres años a tener una Constitución y un parlamento elegido democráticamente ¿pero eso ¿significa el fin de una hegemonía? En absoluto.

No es de extrañar por tanto que nuestra derecha no tenga ninguna tradición liberal, viene de ganar una guerra y cuando la mientan como “la guerra del abuelo” cualquiera se da cuenta de lo que subyace tras, fueron los vencedores. Hagamos una pregunta ¿Cuánto tiempo ha gobernado la izquierda en los últimos 122 años? La suma es fácil, 2 durante la República, no añadamos los 3 en guerra civil en una parte del país por las especiales circunstancias, 14 con el PSOE de Felipe, 8 con Zapatero y 3 con Pedro Sánchez. La friolera de 27 años, sobre 122… ¿Cómo no va a considerar una derecha cuyo modus vivendi histórico ha sido negar la democracia, a menos que le beneficiara, que la izquierda es ilegítima y que todo vale contra ella? ¿Cómo no resistirse a la posibilidad de perder ese poder que consideran su patrimonio? El estado no es un conjunto de instituciones que por vía de la voluntad popular se renuevan respetando las normas de juego, es su tierra, la que ganaron por derecho de conquista y por tanto suya para imponer su voluntad.

Fin de la hipótesis. Seguimos en la crisis de hegemonía que se inició allá en el 98. Nuestra derecha no asumió ni asumió el juego democrático, ni quiere democracia en las instituciones. La última acción como el poder judicial es esa voluntad de cualquier grupo hegemónico de resistirse, no tanto a desaparecer, que debería, sino a transformarse en un conservadurismo liberal como el que surgió cuando en la Europa la democracia ganó la guerra, desgraciadamente en España no sucedió así.