Actualitat

“Soy socialista”. Por Luís Miguel Guerra.

28 abril 2023

"Soy socialista"
Luís Miguel Guerra es historiador, novelista y secretario de Formación de la federación del PSC de Barcelona y miembro del Comité de Redacción de l’Endavant!.  

Hace poco, en una mesa de reparto de propaganda se acercó un señor que me dijo, tras unos instantes de conversación, que los que decimos llamarnos socialistas no lo somos y se fue. Creo que merece una reflexión porque es algo que llevo escuchando hace mucho tiempo.

Hay una primera cuestión que siempre me ha llamado la atención y es que, tras este comentario, está que todo el mundo parece saber lo que es ser socialista, porque la inmediata es acusarte de no serlo. Incluso los acérrimos antisocialistas, acusan a los socialistas de no serlo en unas especie de traición a la causa, en lo que parece ser un reconocimiento implícito de las bondades de la condición hoy, parece ser, desaparecida.

Voy a tratar de explicar el asunto como yo lo entiendo y que seguro hará exclamar a alguno que los socialistas no son socialistas. Pero, parafraseando a Marx, no corregir el error es una inmoralidad intelectual.

Para que a uno le acusen de no ser socialista lo primero es llamarse así. En el universo de los partidos actuales, pongamos el caso de España, sólo hay dos partidos con apellido ideológico sin ambigüedades ni dobleces: el PSOE y el PSC. El resto tiene nombres peculiares, incluso metafóricos, o se autodenominan algo que no son (nadie lleva la C de conservador o comunista, ni la L de liberal ni la F de fascista) Incluso en su afán por desideologizarse se ponen nombres absurdos, más relacionados con deseos y entelequias que en la realidad que vivimos. Con apellidos claros y a los únicos que se les dice que no somos lo que decimos, porque lo decimos, es a los socialistas.

Pero ¿por qué no somos lo que decimos según algunos?… ¿O sí lo somos? Vamos allá.

Una breve incursión en los otros. El conservadurismo es reconocible, una persona de esta índole del siglo XIX no varía mucho en presencia y modos de una en la actualidad. Los que se proclaman liberales, tampoco y el nacionalismo ahí está, reivindicando su pasado y sus metafísicas raíces.

El socialismo. Si reivindicas el pasado del movimiento, eres rancio. Si dices que los tiempos han cambiado, revisionista y traidor. Si hablas de clases trabajadoras te preguntan qué coche tienes y dónde vives… ¿a cuantos no les han llamado “sociolistos”? Si invertimos los términos resulta que el capitalismo no es antiguo y mucho menos rancio, si modifican algo son emprendedores y, por supuesto, ya se supone que tu poder adquisitivo te permite sin trabas consumir a alto nivel y, por lo tanto, nadie te pregunta por lo que tienes.

Los “negacionistas” basan su tesis en que no hay contacto entre teoría y praxis. Según ellos, con las consecuencias pertinentes, deberíamos estar nombrando a Marx continuamente y ejercitando la lucha de clases. Para los que no conocen el tema marxista, se limitan a la lógica que les dice que si hablas de obreros, has de serlo. Si eres socialista has de vivir como tal que, en una caricatura de derechas, es alguien con poco poder adquisitivo, poca formación y educación y, por lo tanto de ideología más visceral que intelectual. No como la derecha, gente sensata, de buenas costumbres. Y no sólo la derecha dice estas cosas sino que hay quien asume el rol y, por el lado comunista o populista de izquierdas nos acusan de traidores, por no hablar de la CUP que amenaza con algaradas en la calle, otra cosa a la que hemos renunciado y, por lo tanto, diluido las esencias. Incluso alguno dice que si fuéramos de verdad, estaríamos con ellos.

Un caso peculiar. El PP en su día acusó a Felipe González de traicionar el socialismo. Después llegó Zapatero y se le atacaba con saña diciendo ¡qué diferencia con Felipe y su gente!. Después se despellejó a Alfredo Pérez Rubalcaba, pero se le pone de ejemplo cuando se insulta y critica a Pedro Sánchez, diciendo que si levantara la cabeza… Es decir, una continua línea de traiciones. En cambio, que curioso, en ellos la continuidad es de continuo orgullo: Cánovas, Gil Robles, Fraga, los Lópeces que fundaron el partido junto al gallego, Aznar, Rajoy, incluso Casado… ¡Qué suerte tienen!.

Sin embargo, me reivindico socialista sin obviar, por supuesto, las discrepancias con determinadas acciones e incluso políticas. Y precisamente por eso de lo que se nos acusa, la aparente discrepancia entre teoría y praxis. Porque, sin generalizar, creo que no es así.

¿Podemos seguir pensando y teorizando cómo Marx o Engels 150 años después? ¿Hacer los discursos que hacía Pablo Iglesias, el fundador del PSOE (por si acaso) o Largo Caballero? ¿Tener las discusiones de Kautsky o Bernstein? ¿Mirar a las socialdemocracias europeas de los años 50 o 60? Reivindicación del pasado de forma total y absoluta porque eso es lo que permite entender la esencia del socialismo. La Historia es la Historia y, en el caso socialista, fundamental para su entendimiento, el materialismo histórico cómo método a revisar continuamente para explicar el desarrollo de las sociedades. ¿Suena rancio? Denme otro mejor y lo cambiaré, pero eso no sucede y la alternativa es la de “Flechas y Pelayos”. Libertad, igualdad y fraternidad (esta última añadida en 1830 y hoy más comprensible con el término solidaridad), el mejor lema de la historia, como objetivos. Necesidad de transformación para conseguirlos y cada nuevo avance nos genera un nuevo escenario, que hay que analizar porque hay logros y contradicciones y nos habilita para continuar avanzando. Y de ahí lo de la 1ª Internacional y el asociacionismo obrero, la 2ª Internacional y la Socialdemocracia, el Estado del Bienestar y sus variantes, hasta hoy. El escenario se transforma y el socialismo analiza la realidad, porque es su forma de hacer y avanzar. Por lo tanto, su acción también se transforma sin variar un ápice sus objetivos iniciales.

Ya no hay fábricas de 100.000 trabajadores. Hemos pasado por cuatro, o cinco, o seis revoluciones industriales y tecnológicas. Gracias a la transformación las clases trabajadoras aprendieron a leer y a competir en pie de igualdad en la formación, hasta alcanzar la Universidad, terreno vedado durante siglos. La igualdad en la salud y en la educación, el bienestar y la felicidad, en el sentido ilustrado de la palabra y el que considero mayor logro de su historia: la paz. Dos Guerras Mundiales auspiciadas por los experimentos de la derecha para mantener su estatus, dieron paso a la socialdemocracia occidental y su mayor aportación: evitar que Europa (al menos en parte, porque  Yugoslavia siempre estará ahí) se volviera a enfrentar hasta hoy, aunada en un gran proyecto europeo. Una relectura, sí relectura, del internacionalismo y a la que le queda por recorrer mucho camino.

Teoría y praxis. La derecha no la necesita, ahí están con su idea de que la tierra que pisan es suya y que las cosas han de ser como siempre. El liberalismo que olvidó, por interés, las otras dos palabras del lema (individualismo versus sociedad) y el comunismo y demás movimientos satélites que aún cree que la mejor manera de hacer es tomar el cielo por asalto y el asamblearismo (impagable y necesario ver “La vida de Brian”). Sin olvidar ese bucle melancólico que esconde lo más rancio e interesado de la política que es el nacionalismo, reduciendo la colectividad a un solo ente.

Por lo tanto, ¡qué fácil es decir “no sois socialistas”! Porque seguimos reivindicándonos como tales. En cambio, ¿qué sustancia tiene decirle alguien no eres pepero, de vox, cupaire, podemita? ¿A que no suena igual? Es la carga de la palabra. Y la palabra socialismo es muy poderosa y muy identificativa, peleando por sus objetivos desde hace siglo y medio y transformando su acción en la realidad. Marx, Tristán, Engels, Bernstein, Iglesias, Campalans, Besteiro, Palme, Brandt. Todos y todas nos dejan un legado: leer el mundo, interpretarlo y transformarlo. Y nosotros debemos continuar, porque el mal nunca descansa.

Por eso soy socialista y no dejaré que nadie me diga que no lo soy….