Actualidad

Carta abierta de Salvador Illa a los 324.629 empleados públicos de Cataluña

9 de febrero 2021

50911292406_1bb0ab167d_k

Cuando en 1987 fui por primera vez concejal de mi pueblo, La Roca del Vallès, tenía sólo veintiún años. Acepté ese reto porque estaba seguro de que podía contribuir a mejorar la vida de los vecinos y vecinas. Pocos años después me convertí en alcalde. Desde entonces nunca he dejado de dedicarme al servicio público, y en los últimos meses, como es sabido, he ocupado el Ministerio de Sanidad durante la peor pandemia del último siglo. Y puedo decir que recordaré siempre esta experiencia con tanto dolor como orgullo.

 

A veces se habla de los servidores públicos como si no tuvieran rostro, y quiero contribuir a que esto cambie. Hablamos de cuerpos, organismos y entidades como si tuvieran un ser propio; y, al hacerlo así, olvidemos que el verdadero tejido vivo de la administración no son las instituciones, sino las personas que con su servicio las mantienen en marcha. Situaciones como la provocada por la pandemia nos recuerdan de manera abrupta la singularidad de esta dedicación. Mujeres y hombres trabajando al servicio de toda la ciudadanía. Que trabajan no por intereses concretos y particulares, sino por el bien común.

 

La tarea de un servidor público tiene, por tanto, un componente ético que hoy tenemos que valorar más que nunca, porque nos da sentido como comunidad. Nos recuerda que no estamos solos: que pertenecemos a una sociedad fuerte y solidaria que cuida de todos sus miembros por igual. Quiero lanzar un mensaje de reconocimiento hacia las mujeres y los hombres que integran los servicios públicos de Cataluña, y reivindicar el grado de vocación y compromiso que han demostrado durante los que seguramente han sido los meses más difíciles de nuestras vidas. Sanitarios, fuerzas de seguridad, profesores, cuidadores de residencias, bomberos o funcionarios públicos de cualquier estamento que han hecho un esfuerzo suplementario para que nuestra sociedad continuara funcionando en las peores circunstancias. Tenemos contraído con ellas y con ellos, con los 324.629 empleados públicos de Cataluña, una deuda de gratitud que aún no ha sido saldada. Los servidores públicos han sufrido especialmente las consecuencias del largo e inmerecido periodo de decadencia que por desgracia ha vivido Cataluña en los últimos años.

 

Cataluña no se resignará a la decadencia. Si Catalunya vuelve, los servidores públicos tendrán de nuevo los recursos y la tranquilidad que necesitan para realizar bien su trabajo. El mundo ha sufrido estos meses una triple emergencia: sanitaria, económica y social. Pero Catalunya ha estado injustamente sometida a un cuarto castigo: la emergencia política derivada del culto al enfrentamiento. Muchos de los servidores públicos han sido obligados, desde el Govern y desde algunas administraciones, a tomar partido por una opción política u otra. El tiempo de las servidumbres partidistas debe llegar a su fin. Si soy presidente de la Generalitat, los servidores públicos sólo tendrán un deber: hacer bien su trabajo.

 

En esta emergencia política, la solución está en nuestras manos. Por eso hemos sido convocados a las urnas el próximo 14 de febrero: para cerrar un tiempo de ruido y oscuridad. Y este reconocimiento a los servidores públicos catalanes no puede quedarse en el simple agradecimiento. Mi ofrecimiento y mi compromiso es que el 15 de febrero inauguramos entre todos y todas un tiempo nuevo, de reencuentro y transformación. Tenemos la oportunidad de recuperar la Cataluña de siempre y convertirla en un nuevo referente mundial de progreso y bienestar. Es por eso que pido la voluntad unida de todos aquellos que quieren cambiar de rumbo. De los socialistas y de los que, sin serlo, están convencidos de que este tiempo requiere un compromiso especial. De las personas mayores, que construyeron la Cataluña imparable del pasado. De las mujeres, que saben mejor que nadie curar y cicatrizar los conflictos. Y los jóvenes que votan ahora por primera vez y que no se conforman con este futuro sectario y empobrecido que otros los ofrecen.

 

Cataluña tiene una gran ventaja: sus servidores públicos son extraordinarios. Sólo nos queda, por tanto, conseguir las mejores leyes y los mejores acuerdos, porque ellos y ellas, los 324.629 empleados públicos de Cataluña, puedan dar todo sin limitaciones. Domingo 14 podemos conseguirlo. El cambio llegará. Un cambio para todas y todos. Un cambio para la sociedad catalana sin divisiones.